Una verdadera mujer no se define por los diamantes ni los perfumes que usa. Y aunque su ropa le permita lucir atractiva lo que vale es lo que lleva en su interior: reflejado en sus ojos, la verdad de su ser. Un hombre de verdad sabe reconocer esto y le pide a Dios que le permita descubrir cuando ella llega a su vida, cuando ella es la perfecta imperfecta, la que Él mismo ha escogido para caminar junto a él. Y tú perfecta imperfecta sonríe libre, un hombre que ora y teme a Dios vale la vida!!!! (ER)
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