Mirando sus ojos vi la profundidad de su mirada y a pesar de las lágrimas
Dios estaba dentro. Sentí tanta ternura cuando le vi sonreír, que no dudé en
reiterarle mi afecto. Nadie gozó más que yo de verle y saber que en su corazón
habitaba la esperanza. No renunciaría a sus sueños y en ella había algo que le
decía que era capaz de amar, que era digna de ser amada, que nunca debería
avergonzarse de sentir amor. ER, El Amor de Dios.
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